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Don Quijote y Sancho Panza José Pedro Costigliolo (1902-1985) |
Muchos de los estudiosos de la Física, coincidimos que entre más precisa sea la medición, mejor serán los datos para obtener una conclusión verdadera. Tycho Brahe tenía una idea muy clara de eso. Su observatorio Uraniborg fue una muestra de ello. En ese lugar Kepler obtuvo los datos con los cuales generó las ideas-bases de la astronomía actual.
¿Qué es medir? Es comparar. El patrón con el que midamos es fundamental para saber si nuestra percepción, sobre un objeto o evento, es verdadera. En el caso de la crítica literaria, el patrón de medición puede ser un libro o un autor: «… hay quien es más sabio que otro y que quien es más sabio es medida…», nos dice Sócrates en el Teeteto de Platón y Miguel Cervantes Saavedra, como lo muestra en el capítulo sexto de su obra El ingenioso hidalgo de Don Quijote de la Mancha, (cabe destacar que la obra kepleriana es contemporánea a la de Cervantes y posiblemente se viera influenciado por ésta) parece no alejarse mucho de esa idea.
En dicho pasaje, el cura y barbero, junto con la sobrina de Don Quijote y su ama de casa, entran a la biblioteca del Ingenioso Hidalgo para decidir cuales libros mandarán al corral de las gallinas para quemarlos, esto a causa de que creían que esos textos eran culpables de la locura de Don Quijote: «... el ama los vió, volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo: tome vuestra merced, señor licenciado [el cura]; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten en pena de la que les queremos dar echándolos del mundo. Causó risa al licenciado la simplicidad del ama..." El ama no estaba tan lejos de esa aseveración. En el documental The Mindscape of Alan Moore, el creador de Watchmen, V de Vendetta, La liga de los caballeros extraordinarios, entre otros cómics de crítica social y científica, nos plantea que el escritor es un hechicero que con la palabra tiene la capacidad de cambiar los pensamientos y acciones de sus lectores. ¿Quién puede superar ese hechizo sino es aquel que tiene el conocimiento para discernir sobre la forma y contenido en una obra y no caer embelesado por la primera percepción? En este caso el cura tenía ese poder y acompañado del barbero, quien en la época de Cervantes representaba el complemento práctico al conocimiento teórico del cura, empezaron a configurar algunos criterios para decidir que libros salvar.
Uno de los criterios para la salvación de una obra es que sea la primera en su género. Así se salvó Los cuatro de Amadís de Gaula que «… fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen de este…» A partir de ese patrón de medida se irán salvando las segundas o no por disparatadas, arrogantes, la sequedad de su estilo entre otros adjetivos que se le puede dar a la técnica o idea que plasme el autor. También hay que destacar las reflexiones que tienen el barbero y el cura sobre los autores que pretenden escribir en un idioma que no sea el natal: «... lo mismo harán todos aquellos [ir al corral de las gallinas] que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento.» Hablando de versos ¿desde qué postura hacer crítica a la poesía? A pesar de que el cura y barbero pretendieron salvar los libros de poesía, la sobrina de Don Quijote advirtió sobre el peligro de ese género: «Bien los puede vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería mucho que habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo estos se le antojase de hacerse pastor, y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y lo que sería peor, hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza.» Dejando en claro que el mayor peligro de la poesía es convertirnos en poetas.
Así sigue el capítulo hablando sobre el crítico cuando, influenciado por la amistad, habla bien de un libro, o cómo es la autocrítica, tan difícil no elogiarse en ella. Al final Cervantes veía al crítico de la siguiente manera: «Todo lo confirmó el barbero, y lo tuvo por bien y por cosa muy acertada, por entender que era el cura tan buen cristiano y tan amigo de la verdad, que no diría otra cosa por todas las del mundo.» El crítico es el guía ético de la verdad: ¿cuántos conocemos que se han desviado de su responsabilidad y se han vendido por fama, fortuna o una beca?
Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
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