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Brain Salad Surgery. H. R, Giger (1973) |
Ante nosotros se muestra un mundo donde los misterios, que radican en nuestra mente, tal vez ya no pertenecen a las cosas de la naturaleza sino a las del hombre. La humanidad crea a través de la imitación. Esta proposición paradójica entre creación (lo nuevo y original) que surge de la imitación (lo viejo y reproducible) alcanza su mayor significado en esta vida artificial. Los celulares, las computadoras, la radio entre otros aparatos, son inventos que surgieron de la imitación de la naturaleza invisible ante nuestros ojos (el funcionamiento del átomo o el comportamiento del espectro electromagnético).
Las nuevas mentes
que pueblan este mundo artificial conciben como parte del mundo natural a lo
que surgió de la imitación. Lo artificial se ha convertido en la nueva fuente
de creación. Las nuevas mentes crearán nuevas clasificaciones y productos, teoremas,
teorías, entre otras obras pero ¿qué espíritu las hace funcionar y evolucionar?,
¿a qué intereses responden, de quiénes? El sentimiento de frustración, tristeza
y falsa felicidad (la que se consigue sólo a través del placer físico) rigen
los motivos de los seres de nuestra época, señales de una moral útil para la
acumulación de las riquezas de una minoría: la ciencia al servicio del capital.
Las nuevas mentes
ignoran el funcionamiento de los engranajes de su realidad. Tal vez por
tristeza, apatía, conflictos de identidad entre otras crisis vitales del
adolescente que apenas empieza a interactuar con este mundo. Somos una época
con comportamiento mancebo. Estamos en un punto histórico donde se definirá
nuestra madurez como civilización y aún muchos ignoran cómo funciona el
celular, el televisor, el retrete, la cerradura de una puerta entre otros
aparatos que definen nuestros comportamientos y pensamientos.
Al ignorar el
comportamiento de los fenómenos sociales y naturales nos condenamos a convertirnos
en esclavos de nuestros placeres físicos. Aquellos que entienden tales fenómenos,
utilizan esa esclavitud para su beneficio. Conocer es un acto liberador y
desaparece al azar, la incertidumbre y el miedo del sujeto, le hace adquirir un
espíritu que va en contra de aquellos que mantienen enajenada la creación, de
aquellos que pretenden mantener una vida de privilegios que se sostiene sobre
el hambre y la miseria.
El desarrollo
cultural de un pueblo depende, entre otras cosas, de entender cómo y por qué funcionan
las cosas. Conocer qué fenómenos son los que rigen nuestra existencia nos
ofrece una visión causal (característica fundamental del concepto de destino).
Al desconocer los fenómenos y el funcionamiento de las cosas, nos lleva por un
camino azaroso que al final termina por ser más violento de lo que tendría que
haber sido. El azar se convierte en incertidumbre y se genera una violencia
máxima (la necesidad como motor del mundo). La animalidad (reproducirse, comer
y sobrevivir) se vuelve fuente de nuestras acciones. Si no hay un destino, qué
me motivaría a ser un mejor humano.
Las cosas de
nuestra época (celulares, computadoras, relojes, etcétera) surgieron a través
del conocimiento científico. Por ello es importante saber cuáles son los
fundamentos que mueven los engranajes de las cosas. Observarlos para encontrar
nuevas metáforas nos podría dotar de posibilidades para encontrar nuevos
caminos del arte, la política, la religión entre otros referentes. Incluso
crear nuevos lenguajes, para nuevas narraciones con las cosas que predicen las
ciencias.
Crear es humano. Es
parte de una necesidad más allá de lo físico. “Puedes vivir sin pan dos días
pero sin poesía nunca”, nos dice Baudelaire. El látigo de un sistema que nos
esclaviza, nos imposibilita para la creación; antes de crear hay que conocer:
¿qué tanto conoces los engranajes que mueven al mundo?
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián
Tutla, Oaxaca
51 7 50 87