sábado, 25 de abril de 2020

Ciencia y la necesidad de clase

Ataúd campesino (1895)
Aleksander Gierymski

Entre los científicos reaccionarios y ortodoxos, existe un filósofo de la ciencia que les causa un desasosiego que a veces los lleva a la rabia: Paul Feyerabend. Discípulo de Karl Popper y condiscípulo de Imre Lakatos, dos de los grandes filósofos de la ciencia que trataron de rescatar la objetividad del sistema científico occidental, Feyerabend se rebela contra esas posturas y postula el anarquismo epistemológico.

«Lo que los racionalistas clamando por la objetividad y la racionalidad intentan vender es una ideología tribal propia», nos dice Feyerabend. Este filósofo deja a un lado la dimensión racional de la ciencia y dice que hay otros dos campos a considerar: el histórico y el cultural. La verdad en la ciencia depende en gran medida de las circunstancias sociales y económicas en las que se desarrollan los científicos.

Se nos dice en el artículo “La epistemología según Feyerabend” de Ulises Toledo Nickels: «…sólo se podría adjudicar una calidad superior [de uno de los estilos cognitivos] si arbitrariamente se opta por las pautas de evaluación de uno de ellos y, a continuación, se aplican tales criterios a los estilos alternativos […] el procedimiento garantizaría el triunfo del modo de conocer que se ha privilegiado, es decir: del que avala el poder y que, no necesariamente, es verdadero.» ¿Cuáles son las pautas de evaluación de la ciencia para considerar una verdad y cuáles son las limitaciones de esas pautas de evaluación? La crítica que hacen los científicos ortodoxos y reaccionarios hacia otras formas de conocimiento, no lo hacen pensando en las limitaciones de sus herramientas de evaluación sino en sus referentes de creencias y responden a las necesidades que dicta el sistema económico en el que se encuentran inmersos: ¿Qué clase aprovechará el constructo científico, el conocimiento que debería ser universal y gratuito?

La estrategia “Quédate en casa” que sigue hoy el gobierno mexicano, no ha resultado en zonas de pobreza y pobreza extrema, como lo muestra la crónica de Santiago Arau [Ramírez Vega, N. “En las colonias pobres la vida continúa: Santiago Arau”. El Universal. 19 de abril 2020 (en línea)], ya que dicha estrategia surgió de científicos sociales que piensan en resolver la realidad de la clase en el poder: los dueños de los monopolios de sectores estratégicos de la economía. La industria camina, no gracias la inversión privada, sino al tiempo de vida que le dedica la clase explotada para que se siga produciendo riqueza y conocimiento.

«Históricamente, los modos de percibir que consolidan una noción de la realidad y una racionalidad correspondiente, han logrado imponerse frente a otras percepciones equivalentes, cuando ciertos grupos sociales han logrado dominar a otros grupos que poseían ideologías inconmensurables» [ibid. Toledo Nickels]. Si bien ha habido un cambio en el control de la política científica, este nuevo grupo de poder que se encuentra en el CONACYT aún está muy lejos de enfocarse en resolver las necesidades de quienes producen la riqueza del mundo: la clase obrera, los campesinos pobres y los explotados que tiene que salir de sus casas cada día para poder sobrevivir en este capitalismo salvaje. La lucha entre los dos grupos de la élite científica en México, no es una lucha científica sino política, donde uno u otro exterminarán a sus miembros se según las necesidades del sistema capitalista. Esto los llevara a un acuerdo que satisfará la ambición de algunos de los personajes de estos dos grupos en pugna, así como las líneas de investigación acordes a la construcción de un conocimiento útil para mejorar los medios de producción que están en manos de los empresarios extranjeros y nacionales.

Nos dice Feyerabend: «Vivir es un oficio que solo puede ser comprendido por los que lo practican.» Quién más sabe de la vida y sus problemas emergentes y urgentes que la clase que en este momento mueve la economía del mundo, la clase que está en las calles en este momento y que necesita soluciones acordes a sus necesidades.

Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87

sábado, 18 de abril de 2020

La opinión en tiempos de crisis

El pensador (1902)
Auguste Rodin

La maldición del periodista es la de opinar sobre un tema en el que no es experto. Generalizo: la maldición del que opina radica en que realizamos ese acto sin ser expertos en el acontecimiento. Todos tenemos una opinión porque sabemos algo sobre ese asunto. La opinión surge de la necesidad del saber, de tratar de entender para predecir y tomar precauciones. Ésta fluye aún más en tiempos de emergencia, cuando nos enfrentamos a algo nuevo.

En el diálogo platónico Teeteto, Sócrates caracteriza la opinión de la siguiente manera:

«Sócrates: […] hemos adelantado lo suficiente como para no buscarlo [el saber] de ninguna manera en la percepción [los sentidos cerebrales y las emociones], sino en aquella otra actividad que desarrolla el alma cuando se ocupa en sí misma y por sí misma lo que es.
Teeteto: Yo creo, Sócrates, que esta actividad del alma se le llama opinar.»

Esta ocupación del alma, en términos materialistas, es el trabajo de la mente. La mente de un ser se conforma de todos los referentes teóricos (conceptos), artísticos (espíritu), empíricos (experiencia) y religiosos (creencias) que la sociedad ofrece. Por lo tanto todas las mentes pueden manifestar su opinión porque saben algo, si lo que manifiestan es verdadero o falso es otro asunto.

Una opinión verdadera es más útil que una falsa, así de trivial es saber qué opiniones tomar en cuenta. Una opinión verdadera viene siempre de una persona sabia: ¿Acaso para recuperar la salud le pediríamos opinión a un mecánico, un abogado o un escritor? ¿Acaso para arreglar un motor pediríamos la opinión de un médico, un maestro o un campesino? ¿Acaso para los consejos sobre la vida le pediríamos opinión a un niño de tres años? La medida de las cosas debe ser la del más sabio. Es sabio quien ha experimentado y reflexionando sobre el asunto por un largo tiempo. Nos dice Sócrates en el Teeteto: «… la opinión falsa es una opinión errónea que se produce cuando alguien confunde en su pensamiento dos cosas, ambas existentes, y dice que una es la otra.» ¿Cuántas veces hemos oído a los periodistas confundir las estimaciones con datos exactos o dar como infalible un método sobre un asunto tan complejo como el que padecemos? Por eso para sacar provecho de la opinión de un sabio debemos aprender a preguntar y para realizar cuestionamientos hay que tener claro los conceptos básicos del acontecimiento que queremos analizar.

Es difícil hacer cambiar a una persona de opinión porque es decir que lo que piensa está mal, es como amputar una parte de su alma según la definición socrática de opinión. Por ello un método más plausible para el diálogo es cuestionar primero los conceptos que maneja la persona: ¿qué entiende por virus?, ¿cómo cree que funciona el método centinela?, ¿cómo compara esta situación con la del virus AH1N1? En las preguntas se encontrarás su ideología del ser. En la pregunta se encuentran los conceptos que maneja el individuo, con qué los relaciona y hasta donde puede llegar su razonamiento.

En la escuela nos enseñan las respuestas, pero lo que deberíamos aprender es a preguntar. Armar una hipótesis es el primer paso en el método clásico de la ciencia y ésta surge de una pregunta. Ahora en este acontecimiento emergente, nos estamos enfrentando con algo que es nuevo. Buscamos respuestas antes de las preguntas y creo que deberíamos cuestionar por cada afirmación que se nos haga, no a través de nuestro supuesto saber sino por medio de lo que ignoramos: ¿Cuál es el plan de rescate para los trabajadores? ¿Qué escenarios prevén para la situación social y económica de los explotados? ¿Cuál es la razón de que exista un rescate para los grandes empresarios y no para los trabajadores? Explorar un nuevo paisaje, a veces nos hace caminar en círculos, pero al final siempre nos hace crecer en el conocimiento, en prever un futuro mejor para quienes realmente mueven el mundo y producen sus riquezas: aquellos que no pueden quedarse en casa.

Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87

sábado, 11 de abril de 2020

«No sólo los políticos hacen demagogia, también los periodistas»

Turm zu Babel (1957)
Theo Gerber


El periodista de nuestros tiempos es un asalariado del sistema, eso lo limita de forma considerable al ofrecer una opinión o informar. Esa situación lo relega a ser un personaje de la corte: ya sea como escribano o bufón. En México el periodista tiene un salario raquítico. Por ese motivo viven siempre en estado de guerra (por la supervivencia): beben agua de lluvia, comen de los aperitivos de las conferencias de prensa y por la noche consumen bebidas fermentadas. A pesar de todo, la tradición literaria mexicana los ha dotado de un estilo que han refinado a golpe de teclado gracias a la explotación de las grandes empresas de comunicación. Estas características del periodista mexicano (su estilo literario refinado y su propensión al chayote o a tener principios ideológicos firmes) tienen su origen en dos grandes referentes en la prensa: Julio Scherer y Jacobo Zabludovsky.

En la novela El vendedor de silencio (Alfaguara, 2019), Enrique Serna, en la voz de su Carlos Denegri, describe a Scherer: «Su cabello rebelde no se había sometido nunca a la dictadura del peine. Con las cejas crecidas y enmarañadas, los labios gruesos y una mirada intensa, cargada de voltios, que denotaba fuerza moral, inquebrantables principios y valor para defenderlos, parecía un poeta romántico en una reunión de burócratas […] La rareza de su honestidad en un medio tan mercenario le había valido un apodo entre admirativo y burlón: el Mirlo Blanco.» También caracteriza a Zabludovsky: «[…] un tipo culto, carismático, trabajador, con agilidad mental y una apariencia de profesionista respetable que sabía explotar su astucia […] Maniatado por el gobierno, rara vez podía mostrar sus dotes de periodista, pero a cambio de esa limitación había logrado ganarse la confianza del auditorio pese a la desventaja de ser un judío en un país católico hasta las cachas. No me equivoqué al pasarte la estafeta, pensó: el nuevo Denegri eres tú.» ¿Quién ese tal Carlos Denegri? Fue maestro de ambos, padre del chayote institucional y del periodismo del México contemporáneo.

El vendedor de silencio es una novela histórica que recorre los andamios que construyeron la labor de prensa en México a mediados del siglo XX, una narración que tiene como personaje central a Carlos Denegri. La obra de Enrique Serna describe la vida de Denegri como joven revolucionario, junior diplomático y genio de la crónica, recorriendo su actitud misógina y etílica ante la vida: «Soy la bête noire más aborrecida por los idealistas de izquierda, pensó, pero puedo jurar que ninguno de ellos tomará el Palacio de Invierno si no llegan a parecerse bastante a mí.»

A través de los ojos de este cínico exrevolucionario, recorremos, no sólo la naturaleza social de su época, sino los chismes de la farándula política e intelectual. Es exquisito como Denegri narra las debilidades de escritores, empresarios y políticos. Su humor negro por momentos te hace simpatizar con su causa. ¿Cómo Denegri sabía todo el entretejido de la vida de la alta clase burócrata y burguesa?: «[…] el poder de un periodista dependía en gran medida del tamaño y la calidad de su archivo.» Denegri tenía un gran archivo porque, a pesar de ser un mezquino, sí ejercía su labor periodística con profesionalismo. No eran sólo sus contactos lo que lo hacían un gran periodista sino lo que conocía e intuía; y la intuición es la musa de los genios y de los amantes de la Verdad.

«No sólo los políticos hacen demagogia, también los periodistas», advierte Denegri a todos sus descendientes en la prensa. Por sus preguntas conocerás la ideología de los periodistas. El periodista nunca es imparcial ¿Cuál es la intención de los periodistas ahora en la crisis que padecemos?

Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87

sábado, 4 de abril de 2020

Sobre preguntas y respuestas en tiempos de crisis


Collins St. 5 p.m. (1955)
John Brack

Lo que deseamos a veces no tiene que ver con lo que queremos. Cómo obtener una respuesta útil si no nos hacemos una pregunta adecuada. Buscar argumentos, seguir una lógica y caer en contradicciones, tropiezos y aciertos en un ciclo a veces regular como un reloj. Es posible que el conocimiento se basa en el error y en la corrección. Unos dirán que sí, otros que no. Todo es posible bajo el mundo de la razón, que nos guste la respuesta es otro asunto.

A veces la respuesta está acorde a nuestras necesidades, porque representa una verdad que buscamos, pero llena de referentes que provienen de nuestros sistemas educativo y de comunicación. Las redes sociales propagan los discursos científicos y artísticos que emanan de la necesidad de mantener un orden económico. En la crisis, la bestia trata de dar sus últimos zarpazos a costa de la vida de miles de millones de trabajadores que arriesgan su vida y tratan de sobrevivir a un sistema que los llena de vicios: la egolatría, la vanidad, la soberbia, el individualismo, la libertad individual por encima de la colectiva. En un sentido materialista somos la forma en que producimos.

La riqueza de la que gozamos es producida por el hambre y la miseria de otros. Cierto es que hay intentos por cambiar las formas de consumo y producción, sin embargo todas ellas se encuentran alejadas de la realidad: por las buenas, los que tienen el poder, históricamente, nunca han cedido.

El Estado sólo es una parte de ese problema, es la herramienta de los que verdaderamente tienen el poder. Un desmantelamiento de empresas estatales comenzó desde la era Reagan-Thatcher para dar lugar a un modelo económico que ha propiciado apropiación privada de recursos que son comunitarios: el agua, la salud, la educación entre otros. Sus consecuencias son claras. En Ecuador se encuentran tirando a sus muertos a las calles, en Europa los centros de salud no se dan abasto, en Estados Unidos la COVID-19 sigue cobrando vidas y en México se hace todo lo posible por detenerla. Sin embargo, la prensa de la 4T no ha logrado tapar las carencias y corrupción en el sector salud y la lengua purulenta de gobernadores y empresarios que viven otra realidad.

Después de la cuarentena no acabará esta situación. Comienza una nueva estructuración de fuerzas sociales que provendrán del surgimiento de una conciencia colectiva de la explotación de la naturaleza y del hombre. Si bien es más fácil imaginarse un apocalipsis zombi que la caída del capitalismo, nos dice Jérôme Baschet en su artículo “Covid-19: el siglo XXI empieza ahora”: «Los historiadores suelen afirmar que el siglo XX global comenzó en 1914, con el ciclo de las guerras mundiales [crisis imperiales, auge del capitalismo, caída de las casas monárquicas]. Es probable que mañana se considere que el siglo XXI ha empezado en el 2020, con la entrada en escena del SARS-CoV-2 [crisis sanitarias, colapso de sistemas de salud, caída de Estados-nacionales]». La caída del capitalismo está cerca, tal vez estemos presenciando su declive y hay que estar preparados para resolver las preguntas que plantea esta crisis: aunque no nos guste la respuesta.

Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4, San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87