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Tribunal de la Inquisición (1812-1819) Francisco Goya Fuente: WikiArt |
«La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo
que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió
en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al
hombre de ciencia.» [Marx, K. et
Engels, F. Manifiesto del Partido
Comunista (en línea)]
El hombre de ciencia es quien tiene la habilidad necesaria
para tomar datos, analizarlos y arrojar un resultado. Este producto se puede utilizar para tomar decisiones desde la esfera gubernamental
o comunitaria. Eso no significa que esté libre de
ideología. Como muestra tenemos los debates entre Galileo y Belarmino respecto al
sistema planetario o, más actual, el caso de Clair Patterson contra los
mercenarios científicos de la industria del petróleo (ver capítulo 7 de la
serie Cosmos de Neil deGrasse Tyson).
En México el caso más reciente es el debate por la construcción del
Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM).
«Lo que en este país no nos sirve
es continuar consultando eternamente decisiones ya tomadas», nos dice Luis
Álvarez Icaza, director del Instituto de Ingeniería de la UNAM, en su artículo
“Texcoco versus Santa Lucía: ¿para qué consultar ahora?” [Nexos. 23 de octubre de 2018 (en línea)], “la decisión de construir
el aeropuerto en Texcoco —nos guste o no— fue tomada hace muchos años con base
en los mecanismos legales (incluidas consultas).» A pesar de que estas consultas
se hicieron violando los derechos humanos de los pueblos que habitan la zona de
Texcoco (ver el caso Atenco). Sin embargo, el investigador-burócrata parece
olvidar dichos acontecimientos y justifica la construcción del NAICM de la
siguiente manera: «En términos de derechos humanos, este tema y otros muchos
ponen siempre en conflicto derechos humanos distintos: desde el derecho a la
movilidad de los 50 millones de pasajeros al año que usarían el aeropuerto
hasta el de los pueblos originarios del Valle de México. Es muy difícil
balancear estos derechos y el resultado siempre imperfecto.» ¿Entonces qué es
prioritario para este investigador-burócrata: el derecho a la vida y la tierra
de los pueblos originarios o el negocio del cual se beneficiarían unos cuantos?
«Podrán ponerse muchos argumentos
en favor o en contra de índole técnica, económica, social, poblacional,
ambiental, pero al final la decisión es entre lo vivo y lo artificial. ¿Aves o
aviones? ¿Lago o aeropuerto? ¿Agua para todos o para la nueva aerópolis?», nos
dice Víctor Toledo, investigador y columnista, en su artículo “Aeropuertos y la
nueva política por la vida” [La Jornada.
23 de octubre de 2018 (en línea)] Pero qué ideología se oculta detrás de los
que prefieren un negocio a los derechos humanos: «Sólo aquellos con intereses
perversos, o con pretensiones individualistas, o los que viven atrapados en el
consumismo o en el confort, en el hedonismo, la desesperanza o el cinismo
pueden oponerse a semejante idea.»
Creo que Toledo debería ir más allá
debería seguir la línea de que: «La burguesía somete el campo al imperio de la
ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte
proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la
gente del campo al cretinismo de la vida rural» [Marx, K. et Engels, F.
Manifiesto del Partido Comunista (en línea)]. Cuántas veces hemos visto casos
de científicos ocupar sus habilidades para menospreciar las necesidades de la
población y, en nombre del progreso, arrebatarles identidad y tierras: «Se
trata de casos que recuerdan lo que el gran escritor Arthur Koestler llamó
trogloditas académicos en su obra The
sleepwalkers [Los sonámbulos], es
decir, investigadores que por haber alcanzado la cima en sus pirámides
académicas pontifican en vez de dialogar.» [Toledo, V. “El NAIM y las plumas
perfumadas de los académicos”. La Jornada.
6 de noviembre de 2018 (en línea)].
Ahora que la población ha ganado
una votación sobre un asunto donde se puso en juego a las reservas de mantos acuíferos
del Valle de México, el siguiente paso es exigir a nuestros científicos y a
este gobierno que trabajen en conjunto para revitalizar el lago de Texcoco y
que este se convierta en un proyecto de vida, uno que pueda darle autonomía a
las comunidades de Texcoco, uno que le otorgue la fuerza necesaria para evitar
que la oligarquía quiera volver a tomar, a través de la violencia, lo que le
pertenece al pueblo de México.
Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87
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