sábado, 24 de noviembre de 2018

Ricardo Flores Magón: su asesinato y fragmento de un cuento

Ricardo Flores Magón preso en 1906
Fuente: Wikipedia



Para H.
Lo único que queda al dejar este mundo físico es un legado que hay que cuidar y conmemorar cada día.

El pasado 21 de noviembre se conmemoró el 96° aniversario luctuoso de Ricardo Flores Magón. El 20 de noviembre de 1922, Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, el más cercano de sus camaradas anarquistas, se formaron en el patio de la prisión de Leavenworth para el pase de lista: «Nada de anormal. Unas horas más tarde apareció muerto en el calabozo. ¿Un asesinato? Sí, un asesinato. El responsable es el gobierno de los Estados Unidos», narra Librado Rivera [Abad de Santillan, D. Ricardo Flores Magón, el apóstol de la Revolución Mexicana. Ed. Redez (México, agosto 2011)].

¿Cuál fue la causa del asesinato de «un periodista inteligente, trabajador, activo, ordenado, que nunca se emborracha, que escribe muy bien a máquina, que se hace respetar de las personas que lo acompañan» [Informe de la agencia de detectives Pinkerton]? Su llegada a la prisión se debió a la lectura de un manifiesto frente a miembros del Partido Liberal Mexicano (PLM). Su lectura exaltaba a la población mexicana a tomar parte activa en los acontecimientos mundiales; principalmente se refería a tomar una postura en contra de la Primera Guerra Mundial que acusaba de un conflicto entre intereses imperialistas además de tomar el ejemplo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia: «La muerte de la vieja sociedad está próxima, no tardará en ocurrir, y sólo podrán negar este hecho a quienes interesa que viva, aquellos que se aprovechan de la injusticia en que está basada, aquellos que verán con horror la revolución social, porque saben al día siguiente de ella tendrán que trabajar codo con codo con sus esclavos de la víspera.» [Fragmento del manifiesto que firmaron Ricardo Flores Magón y Librado Rivera para su lectura el 16 de marzo de 1918 frente a miembros del PLM].

«Ricardo murió en la prisión de Leavenworth, según el parte médico de un ataque cardíaco. Pero Ricardo nunca se había quejado de un padecimiento de esta clase. Por otra parte, según Librado Rivera, que vio el cadáver, éste ostentaba “unas huellas muy raras en el cuello”. Al poco tiempo, un preso de origen mexicano, José Martínez, con arma blanca, un puñal confeccionado por él mismo, mató al jefe de guardias de la prisión, H. H. Leonard. Siete carceleros lo mataron a puñaladas. Era opinión de los reclusos de Leavenworth que Leonard había asesinado a Ricardo, y Martínez había vengado su muerte.» [Ojeda, A. et Mallen, C. Ricardo Flores Magón. Su vida y su obra frente al origen y las proyecciones de la Revolución Mexicana. SEP (México, 1967)]

Para conmemorar la obra y las ideas de este gran oaxaqueño, les comparto el fragmento de un cuento del apóstol de la revolución y anarquista mexicano el cual considero un llamado a la organización de la clase explotada en estos tiempos de convulsiones sociales e injusticias:

«—¡Maldita máquina! ¡Maldita seas!

La máquina trepida con más ímpetu, y no gime ya. De todos sus tendones de hierro, de todas sus vértebras de acero, de los duros dientes de sus engranajes, de sus mil infatigables piezas, se desprende un sonido ronco, airado, colérico, que, traducido al lenguaje humano, quiere decir:

—¡Calla, miserable! ¡No te quejes, cobarde! Yo soy una simple máquina que se mueve a impulsos de un motor, pero tú tienes sesos y no te rebelas, ¡desgraciado! ¡Basta ya de lamentaciones, infeliz! No soy yo quien te hace desgraciado, sino tu cobardía. Hazme tuya, apodérate de mí, arráncame de las garras de vampiro que te chupa la sangre, y trabaja para ti y para los tuyos, ¡idiota! Las máquinas somos buenas, ahorramos esfuerzo al hombre, pero los trabajadores sois tan estúpidos que nos dejáis en las manos de vuestros verdugos, cuando vosotros nos habéis fabricado. ¿Puede apetecerse mayor imbecilidad? ¡Calla, calla mejor! Si no tienes valor para romper tus cadenas, ¡no te quejes! Vamos, ya es hora de salir, ¡lárgate y piensa!

Las palabras saludables de la máquina, y el aire fresco de la calle, hicieron pensar al obrero. Sintió que un mundo se desplomaba dentro de su cerebro: el de los prejuicios, las preocupaciones, los respetos a lo consagrado por la tradición y por las leyes, y, agitando el puño, gritó:

—Soy anarquista. ¡Viva Tierra y Libertad!»

Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87

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