“Si el Islam no es político, no es
nada.”
Ayatola Jomeini
En la batalla de Poitiers (732), si Carlos
Martel y sus caballeros acorazados no hubieran derrotado a la caballería ligera
de Al Gafiqui, valí de Andalucía, tal vez las catedrales, que tanto apreciamos
en México, serían mezquitas y, en vez de que nuestras cruces en los altares,
observaríamos la media luna encima de todos los edificios gubernamentales; la
libertad se consideraría una enfermedad del alma y se remplazaría por la
felicidad en la completa sumisión a Alá.
«La cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión», nos dice Rediger, un personaje de Michel Houellebecq en su novela Sumisión (Anagrama, 2015) donde narra la vida de François, catedrático de la Soborna y un prestigiado especialista en Joris-Karl Huysmans. En una época donde “ciertas prácticas sexuales habían desaparecido, en un siglo, de la memoria de los hombres, al igual que desaparecen ciertas habilidades artesanales como las de los fabricantes de zuecos o los campaneros”, François busca la redención a través de la obra y vida de Huysmans: una redención católica. Sin embargo, el escenario que describe Houellebecq para François, le trae un presente donde la derrota de Martel fue una realidad y el sistema patriarcal se afianza en lo político y lo espiritual a través de la moral islámica.
¿Cómo es posible que un mundo donde la sumisión es la felicidad llega a imponerse en otro donde la libertad es el motor espiritual de todos sus actos? En el año 2022, François vive el circo electorero de los países occidentales: «Las elecciones obedecen a un dispositivo narrativo singular en el que desde el primer minuto se conoce el desenlace; pero la extrema diversidad de los participantes (los politólogos, los comentaristas políticos “de primera fila”, las masas militantes alborozadas o llorando en las sedes de sus partidos y finalmente los políticos, con sus declaraciones en caliente, reflexionadas o emocionadas) y la excitación general de los presentes dan verdaderamente esa impresión tan rara, tan preciosa, tan telegénica, de vivir un momento histórico en directo». Por un margen corto, la Hermandad Musulmana gana las elecciones bajo la candidatura de Ben Abbes quien juega el papel de un Napoleón o un Marco Augusto que, sin el uso de armadas sino de la política lograría un imperio europeo islámico. En esa convulsión política, bajo este nuevo orden, François encontrará que su redención está en el islam: «Para el islam […] la creación divina es perfecta, es una obra maestra absoluta. ¿Qué es en el fondo el Corán sino un poema místico de alabanza? De alabanza al Creador y de sumisión a sus leyes».
En una entrevista, Houellebecq plantea el porqué de este sistema patriarcal como un nuevo orden: «Una hipótesis horrible, pero verosímil, es que [los hombres] no han cambiado; sólo han aceptado cerrar la boca. El varón occidental ya no habla; la mujer sí. La vida mental masculina ahora es algo desconocido, y por eso es verosímil pensar que el varón estaría dispuesto, si se presentara el caso, a una vuelta inmediata al patriarcado […] las mujeres pueden leerlas [se refiere a sus novelas] para enterarse de lo que realmente piensan los hombres.»
Sustituyamos Abbes por AMLO, la Hermandad Musulmana por MORENA y la oposición por los demás partidos, y encontrará las bases del triunfo de la felicidad en la sumisión evangélica: el mismo circo con diferentes actores. El mundo que vivimos está lejos de ofrecer respuestas contundentes a problemas de gran urgencia para los explotados. Los valores occidentales son los de un sistema económico que propicia la explotación, discriminación y el machismo como formas de alcanzar la felicidad. ¿De qué otras formas de felicidad, nos priva el capitalismo? ¿Cuál es la razón de lo despectivo de la narrativa gubernamental contra la insumisión de los obreros y campesinos?
Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87
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