sábado, 8 de junio de 2019

Mala influencia

La hoguera
Fuente: Trino Fiesa (Facebook)


“Karen, la psicóloga de la escuela, me dio un beso, me dijo que no se lo contara a nadie. Creo que cayó en una crisis nerviosa. La directora le exigía que yo me comportara. No aguantó la presión. Yo era lo peor de esa secundaria”, me contaba Pipa Nevada quien es un producto de la educación que cualquier padre quisiera para sus hijos: la de las escuelas privadas.

Pipa Nevada, como me pidió que lo llamara, es un tipo buena onda. Los fines de semana, asiste a las fiestas más glamorosas de Oaxaca. No le falta un cigarrillo de marihuana para pasar bien la noche y, cuando puede, me da un aventón a mi casa en su Jetta del año. “Su única misión es cobrar”, me cuenta Pipa Nevada sobre el objetivo de algunas escuelas privadas que el padre de familia aprecia por no suspender clases y que, por esas horas “ventaja” sobre las escuelas públicas, no le importa que le paguen una miseria a los maestros. También me contó varias de las anécdotas que vivió a su paso por todas las escuelas privadas de Oaxaca: “La escuelas privadas sólo te sacan el dinero. Había una en la que su uniforme consistía desde las playeras hasta los calcetines. No podías comprarlos en otro lado más que en la escuela. Algunos compañeros y yo robamos las cajas donde estaban esos uniformes, los vendíamos más barato a los compañeros que perdían su suéter o los zapatos oficiales de la escuela. Hacíamos negocio. La escuela estimulaba los valores negativos de una mentalidad competitiva”.

Una característica de la adolescencia es la búsqueda de identidad. La juventud requiere encontrar su lugar en el mundo para sentirse seguros. La competencia, producto de los valores que enseñan las escuelas privadas, te lleva a identificar de forma degenerada al otro para saber quién eres. Pipa Nevada me cuenta: “Las sociedades de padres de familia no les importa el significado de la educación. Toman decisiones que no son éticas incluso dentro de la religión católica. Anteponen la compasión a su ideal de bienestar social. Hacen una selección racial y económica que acentúa el problema de discriminación en Oaxaca. Alienizan al indígena. No tienen claro ni su identidad como escuela”.

La escuela debería ser un lugar de progreso y de innovación para la comunidad donde se situé. La escuela debe ser un lugar donde el infante y el adolescente busquen un método que le ofrezca esa identidad que les diga quiénes son en este mundo. En cambio, las escuelas se convirtieron en un parámetro de estatus económico y social. Los padres no envían a sus hijos a una escuela privada para educarlos sino para que ellos mismos tengan un estatus dentro de la sociedad y ese pensamiento se transmite al joven estudiante: “Las escuelas privadas son ante todo un pedo aspiracional en la idiosincrasia del oaxaqueño que siempre sueña con ir a Puebla a disfrutar del Ángelopolis y comprar su ropa en Santa Fe con el aguinaldo de papá...”, me dice Pipa Nevada.

Observamos un estancamiento en las creaciones. No parece haber progreso o algo innovador que nos saque de este letargo en que los medios de comunicación y nuestros productos culturales nos mantienen. Pipa Nevada empieza a decirme: “La sociedad alta se caracteriza por huir a la primera oportunidad, dar la espalda a la tierra que alimentó a sus hijos y la encumbró en el poder. La muestra de este nihilismo es la cantidad de juniors que ocupan el poder en esta capital: hijos educativos de estas escuelas privadas. Su único objetivo en la vida es vivir como vivían los personajes de la serie norteamericana Friends. Eso sí, trabajan mucho en Facebook, promoviéndose a sí mismos o a sus amigo políticos superiores con un estilo muy de provincia: ingenuo y con una onda de los noventas. Aún en sus reuniones juegan International Super Soccer Deluxe”.

La educación no por ser privada es mejor y la pública no por perder horas-clase es peor. La solución a este problema, que contamina la visión de aquellos que deberían, gracias a su libertad, adquirir más conocimiento, pero en cambio se pelean por aparecer en las revistas de chisme y sociedad; como también el saber qué querer y cómo obtenerlo de la clase oprimida, se encuentra en buscar y plantear nuevas propuestas educativas desde el nivel básico. La solución no es más dinero sino un proyecto educativo alternativo que cambie este sistema de pensamiento que ha sumido en un oscurantismo a los niños y adolescentes. ¿Si no sabemos quiénes somos, cómo exigir a la siguiente generación encontrar su camino?

Raúl Fierro 
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87

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