sábado, 30 de enero de 2021

Educación en la pandemia: "Es la misma tormenta pero no estamos en el mismo barco"

Imagen de portada de Docentes de a pie. Enseñar en la pandemia

La narración, decía Jerome Bruner, es la moneda común de la cultura. Ésta la utilizamos para preparar las condiciones de la felicidad: resolver problemas, dificultades y conflictos que surgen de las contradicciones de una realidad divergente. ¿Cuáles son los relatos de la realidad educativa bajo la pandemia en este país? Por un lado, el del gobierno, con una versión donde todo marcha bien. Por el otro, desde lo que relatan los docentes, los estudiantes y padres de familia donde encontramos varias contradicciones con la narración del Estado según lo muestra Docentes de a pie. Enseñar en la pandemia de Daliri Oropeza.


Daliri Oropeza «de oficio periodista y buena alumna, caminante de veredas, tejedora de relatos...» como la describe en el prólogo Pedro Hernández Morales, Secretario General de la sección 9 CNTE-SNTE, muestra una sensibilidad y técnica fina para mostrar las peripecias por las que pasan quienes conformamos las comunidades escolares: docentes, alumnos y responsables de familia de Oaxaca, Michoacán, Chiapas, Guerrero, Jalisco, Sonora y Ciudad de México, así como las propuestas para resolver los problemas teóricos, las dificultades didácticas y los conflictos políticos que se presentan en el quehacer educativo.


Este libro lo componen siete reportajes que Oropeza publicó en el portal Pie de Página. Cada artículo es a tres voces (docente-estudiante-responsable de familia) que la SEP se niega a oír: «Mauro Jarquín, politólogo de la UNAM, señaló que la SEP estaba generando condiciones para que los organismos empresariales como Google educación, Pearson y Discovery, establecieran nichos de mercado en la educación pública.»


La obra presenta el Proyecto de Educación Alternativa para Chiapas que «recupera las tradiciones de los pueblos, crea materiales y organiza colectivamente a los maestros democráticos», el Librobús en la Ciudad de México, la entrega de cartillas semanales con el tema de la pandemia en Michoacán, el Plan para la Transformación de la Educación del estado de Oaxaca entre otros proyectos y otras propuestas, mostrando: «Un movimiento impulsado por una Coordinadora Nacional, que ha resultado más que un sindicato magisterial y se ha convertido en un semillero de proyectos independientes educativos que sostienen la enseñanza en los huecos dejados por el Estado.» Hay que destacar la labor periodística de Oropeza para recuperar las historias de dos temas que ha olvidado el proyecto Aprende en Casa: las lenguas indígenas y la educación especial, artículos que nos muestran excelentes ejemplos de cómo trabajar en esos rubros.


¿Qué significados trae Oropeza para cada uno de los actores educativos en este acontecimiento? Para los docentes: "No son tiempos de ser estrictos, dice [Pedro Hernández], sino comprensivos." Para los responsables de familia: «“No agarra nuestra tele, además no tengo con qué pagarlo el cable”, dice una madre de familia de Tlacolula al opinar sobre la estrategia de la SEP». Para los estudiantes: «... al pedirle que abriera la ventana, éste dijo que no porque podía entrar el coronavirus.»


La sensación de que nos habla de una realidad de hace meses en un acontecimiento que cambia vertiginosamente además de dejarnos con la duda sobre la continuidad de los proyectos educativos que muestra son peccata minuta de ese libro, problemas de todas las antologías de artículos periodísticos que envejecen muy rápido. Sin embargo, no le quita la potencia para entender la realidad actual y cómo es que llegamos hasta este punto, en una crisis que se agudiza cada día en la cual este gobierno, bajo el mandato del sector privado, no responde a las necesidades de las comunidades escolares, pero sí de sus aliados empresariales.

 

Nota

El libro se puede descargar de forma gratuita en la siguiente dirección: brigadaparaleerenlibertad.com/libros

 

Raúl Fierro

Casa de las Ciencias de Oaxaca

Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca

51 7 50 87

lunes, 25 de enero de 2021

El científico y la ética moderna

Hombre de Vitruvio (1492)
Leonardo da Vinci

Los productos tecnológicos parecen cosa de magia. Nos dice el escritor estadounidense de ciencia ficción Arthur C. Clarke: “Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. La cotidianidad se ha transformado en un mundo lleno de objetos mágicos. Podemos comunicarnos en segundos con otra persona que se encuentra en otro continente, informarnos de eventos que suceden a miles de kilómetros de distancia e inmortalizar nuestra voz en una grabadora. Este mundo, a través de la tecnología, nos ofrece una infinidad de soluciones a diversos problemas a los que nos enfrentamos.


Por otro lado, la facilidad en el uso de la tecnología (al menos para los que hemos crecido con ella o los que han nacido en esta era), nos hace percibir un mundo de obviedades donde estos objetos parecieran, aún más para las nuevas generaciones, haber estado con nosotros desde hace miles de años como el fuego. Esa obviedad y facilidad de uso ha provocado que la mayoría de las veces no nos preguntemos sobre el funcionamiento de nuestro universo social y natural ya que es lo que vivimos cotidianamente.


Entender el “cómo funciona” algunas cosas tan cotidianas (celulares, hornos microondas, computadoras entre otros artefactos que surgen del uso de la mecánica cuántica, la relatividad einsteniana y la teoría de cuerdas) nos sirve para reflexionar sobre la ética en la ciencia y la tecnología y hacia cuál es nuestro propósito como humanidad.


De forma más precisa, el propósito occidental de la humanidad, en el medievo, ha correspondido a los intereses de la divinidad: los señores feudales sustentaban su poder en la creencia divina. Con el crecimiento de los gremios de artesanos y comerciantes, se fue configurando la época moderna y con ella la ciencia. Si nos basamos en uno de los principales libros de los inicios de la modernidad, el capítulo cuarto de La cena de las cenizas de Giordano Bruno, nos permite llegar a esta conclusión: La Ciencia no puede dictar nuestra moral, pero el científico sí. De forma más concreta: el científico puede tener intereses individuales sobre lo que investiga. Estos intereses corresponden a sus referentes dentro de un sistema económico y social. El científico es un producto de la modernidad por lo tanto está sujeto a los intereses de la época en la que vive, en este caso, a la era del Antropoceno.


Por lo tanto, es importante reflexionar sobre e l uso de la tecnología, pero también sobre los orígenes de su creación y su creador: ¿a quiénes responden de su trabajo los científicos?: ¿a la comunidad trabajadora o a la comunidad empresarial? Un científico que trabaja para una empresa privada estará sujeto a las necesidades de la industria a pesar del uso que se dé a sus conocimientos (v.g. La lucha contra la industria del plomo) Un científico que trabaja para el gobierno, que no es más que un títere de la clase empresarial, estará sujeto a corroborar las “verdades históricas” o los “otros datos” para salvar su puesto.


La ciencia dentro de este sistema capitalista se convierte en una mercancía. El propósito de la ciencia, pensada idealmente por Voltaire, Émilie de Châtelet o Diderot, se corrompe bajo la dinámica del mercado capitalista.


La duda es el ingrediente principal del pensamiento científico. Por ello recomiendo al lector, que cada vez que revise un artículo sobre algún investigador o divulgador de la ciencia, reflexione sobre los referentes que les transmite, qué ideas apoya y a quiénes sirve. Bajo esa cavilación, ¿cuál es el propósito del científico moderno?


Raúl Fierro 

Casa de las Ciencias de Oaxaca

Camino Nacional 4, San Sebastián Tutla, Oaxaca

Teléfono: 51 7 50 87

lunes, 18 de enero de 2021

Revolución, evolución y la lucha de paradigmas

El puente de acero (1922)
Max Beckmann

Las revoluciones propician la evolución de un sistema. En particular, desde la historia de la ciencia, tenemos dos ejemplos: la revolución copernicana y la industrial. En la revolución copernicana evolucionó nuestro concepto sobre la relación del hombre con el universo. En la industrial, se desarrollaron los paradigmas que rigen las relaciones de producción actuales.


Estas revoluciones tuvieron como contexto luchas entre la clase que estaban en el poder y la que aspiraba a tenerlo. Se caracterizaron por cambios cuantitativos que resultaron en grandes saltos cualitativos y de paradigmas que se negaban unos a otros. En la revolución copernicana, el paradigma del movimiento terrestre tuvo como mártir a Giordano Bruno quien murió en la hoguera: «Ustedes tienen más miedo de aceptar esta verdad, que yo de recibir su condena», dijo a los inquisidores que lo enjuiciaron, quienes lideraba Roberto Bellarmino, el gran intelectual inquisidor que defendía los intereses de la iglesia católica por lo tanto del poder feudal. Ese personaje, con un gran conocimiento de la estructura histórico-cultural de su época, también enjuició a Galileo Galilei cuando trató de poner en duda, a través del paradigma científico del movimiento terrestre, el poder del Papa como representante divino en la Tierra. Todo este proceso de luchas científicas, más allá de los debates pacíficos que los historiadores de la ciencia ortodoxos tratan de mostrar, fueron a muerte. No es una ocurrencia la afirmación de Max Planck, padre de la física cuántica, al decir que un paradigma triunfa, no sólo porque sea el mejor, sino porque los viejos, que lo defendían, han muerto. Tampoco la de Marx que indica que la clase burguesa fue una clase revolucionaria, la cual, su camino al poder no estuvo exento de violencia (v.g. Revolución francesa).


El desarrollo tecnológico que trajo consigo el estudio de la termodinámica, fue fundamental para una evolución en la producción. Las novelas de Julio Verne muestran la esperanza que se tenía sobre la investigación científica para el mejoramiento de la vida. Por otro lado, este sueño sólo existía para unos cuantos, como también lo muestra Verne en su novela París en el siglo XXI y los movimientos sociales que se suscitaron durante esta etapa. Durante la Segunda Guerra Mundial, los dueños de las fábricas en Cataluña obtuvieron grandes ganancias gracias a la venta de insumos para los fascistas y nazis. Sin embargo, esta riqueza no mejoró en nada las condiciones de vida de los obreros españoles que se organizaron para arrebatar céntimos de aumento en su salario y descanso dominical a través de huelgas y mítines para después defenderse de los pistoleros de la patronal, criminales de los sindicatos blancos y la Guardia Civil española que trataban de sofocar los esfuerzos proletarios. ¿Cómo puede combatir un obrero contra el entrenamiento y el equipo policiaco-militar? La violencia revolucionaria de la clase explotada es defensiva. En palabras de Almudena Grandes, quien escribió una serie de novelas sobre las experiencias del pueblo español durante el franquismo: “La violencia está monopolizada por el Estado”.


Ninguna evolución se ha realizado sin que haya costado una gota de sangre. Incluso desde el idealismo, la violencia está presente en la lucha de paradigmas. Bachelard en su ensayo sobre Lautréamont, con clara argumentación, muestra al ser humano como un súper animal que vuela como el águila, anda como el león y nada como el tiburón, pero su potencia radica, no en las garras y los colmillos, sino en la metáfora, en su capacidad creadora. Un proceso revolucionario no busca la violencia, pero también es una necedad tratar de suprimir algo inherente a una parte de nosotros: nuestra animalidad. Mientras exista cuerpo físico habrá violencia: ¿cómo evitar el uso del cuerpo en la práctica revolucionaria?

 

Raúl Fierro

Casa de las Ciencias de Oaxaca

Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca

51 7 50 87

sábado, 2 de enero de 2021

Año nuevo, crisis vieja

Pitagóricos celebrando el amanecer (1869)
Fyodor Bronnikov

¿Qué ha empezado en este año? El siglo XXI. El investigador Jérôme Baschet en su artículo “Covid-19: el siglo XXI empieza ahora” nos dice que los historiadores suelen afirmar que el siglo XX global comenzó en 1914 con el ciclo de las guerras mundiales y que es probable que se considere que el siglo XXI ha empezado en el 2020 con la entrada en escena del SARS-CoV-2, virus que provoca la COVID-19. Este año nuevo no es más que una segunda parte de esta crisis que parece eterna.


Siento llenar de pesimismo al optimismo que permea estas fechas, pero creo que sufro la maldición del docente militante: no dejar de pensar y preguntarse: qué acontecimientos afectan a los estudiantes: cómo ayudarlos a vivir bajo estas circunstancias y ofrecerle las herramientas para transformarlas. “Te haces demasiadas preguntas”, me decía un familiar durante la cena, sin embargo, cómo estar tranquilo en este modelo económico que está destruyendo el ambiente y al espíritu humano: ¿tal vez sería mejor ignorarlo o aceptar soluciones que sólo palien los grandes problemas que plantea esta etapa geológica que estamos viviendo?


Vivimos en el Antropoceno. Esta etapa geológica se caracteriza por la increíble capacidad que la humanidad ha demostrado para modificar los ecosistemas a escala mundial. A partir del desarrollo científico y tecnológico, que la burguesía dirige hacia la acumulación de la capital, se ha intensificado el consumismo en masa, la sobreproducción, el uso desmedido de la energía fósil y la privatización de recursos naturales como el agua, el sol y la tierra. Por ello no es una afirmación tan descabellada la del microbiologista y profesor del Colegio de Francia Phillipe Sansonetti: «La COVID-19 es “una enfermedad del Antropoceno”».


La sobreexplotación de la naturaleza, por parte de las transnacionales y las prácticas económicas que propicia el capitalismo, han traído consigo enfermedades más letales para el ser humano. Han regresado virus que suponíamos erradicados de la historia natural, esto a causa de los movimientos antivacunas, los cuales se han expandido gracias a la crisis educativa que el capitalismo ha provocado. Por esa misma crisis, que ha generado una educación que invita más a la obediencia y al abuso que al cuestionamiento y la cooperación, comprender este acontecimiento, que conlleva a un actuar que solucione en vez de agravar o en el mejor de los casos paliar, ha sido casi imposible.


«La verdadera guerra a jugarse no tiene al coronavirus como enemigo», nos dice Baschet, «consistirá en el enfrentamiento de dos opciones opuestas: por un lado, la continuación del fanatismo de la mercancía y el productivismo compulsivo [...] por el otro, la invención, que ya anda a tientas en miles de lugares, de nuevas maneras de existir que tratan de romper con el imperativo categórico de la economía para privilegiar una vida buena para todas y todos.» Por ello, el docente militante, dentro de sus proyectos educativos, existe el propósito de presentar esas “nuevas maneras de existir” que el sistema capitalista, a través de la prensa y la propaganda en sus formas de novelas, películas, obras de artes entre otras expresiones, trata de opacar o calumniar. También estos proyectos educativos tienen como uno de sus propósitos propiciar preguntas que ensayen soluciones potentes contra las crisis que alimentan a esta gran bestia compuesta de varias cabezas y, sobre todo, estar siempre atento a las formas de esta bestia que, a través de sus voceros, habla de cambio, pero en realidad sólo desea perpetuar un sistema que beneficia a sus aliados.


Y aunque, hace siglos, los esclavistas romanos eligieron esta fecha para dar significado al movimiento de traslación que la Tierra realiza hace millones de años, en la cual vivimos nuestra efímera y potente existencia, como diría mi sobrino de seis años: “Ya termino el mes y volvemos a empezar”.


Raúl Fierro

Casa de las Ciencias de Oaxaca

Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca

51 7 50 87