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Engranaje helicoidal de Da Vinci Fuente: Wikipedia |
Un niño aprieta un botón, pasa su dedo sobre la pantalla y al instante un conjunto de unos y ceros, que traduce un cerebro electrónico, se proyecta en una pantalla para mostrarle a sus youtubers favoritos. Los científicos y técnicos hacen bien su trabajo, han desentrañado y rediseñado parte de los engranajes del funcionamiento de los fenómenos y los sujetos, que resulta en aparatos que satisfacen nuestras necesidades y placeres. Pero nuestro cerebro es un adicto al placer, a ese disparo de drogas que él mismo produce. Los técnicos y científicos de las empresas saben eso y utilizan su conocimiento para servir a la generación de riquezas, al servicio del capital.
Los
padres de esos niños no son muy diferentes. Tienen tanta confianza a las
explicaciones que ofrecen los medios o su propia percepción, que deciden ya no
indagar más. ¿Estamos en una época donde la curiosidad está muriendo?: “Elijo
el ejemplo primitivo de un timbre de puerta”, nos dice Hans Blumenberg en su
libro Las realidades en las que vivimos,
“hay, por un lado, los viejos modelos mecánicos de timbre que se accionan
tirando o girando; cuando uno los hace funcionar, se tiene la sensación
inmediata de producir el efecto buscado en su especificidad […] cuando estoy
ante un artilugio así no sólo sé lo que tengo que hacer, sino también por qué
lo tengo que hacer. [En] el timbre eléctrico […] nosotros ya no producimos el
efecto sólo lo desencadenamos [el efecto] se nos oculta celosamente en lo
referente a su modalidad y a su complicado proceso de funcionamiento […] La
parte humana en esa función está homogeneizada y se reduce al gesto mínimo,
ideal, de apretar un botón”, y esta homogeneización de la humanidad, esta
necesidad del sistema capitalista para que se consuma sin cuestionarse,
deteriora a las potencias de nuestras metáforas, las imágenes que ordenan y
transforman nuestro mundo se hacen cada vez menos diversas. Un mundo de las
posibilidades y la transformación se está convirtiendo en un mundo de la satisfacción
y la conformidad. Dice Sócrates en su diálogo con Teeteto: "¿No es verdad
que la adecuada disposición de los cuerpos destruye por el reposo y la
inactividad y, en cambio, la protegen en un alto grado los ejercicios y movimientos?”
El
desarrollo cultural de un pueblo depende, entre otras cosas, de entender cómo y
por qué funcionan las cosas. Conocer cuáles fenómenos son los procesos sociales
y naturales de nuestro mundo, nos ofrece una visión causal (materia prima de la
generación del cambio). Al desconocer los fenómenos y el funcionamiento de las
cosas, nos lleva por un camino azaroso. El azar se convierte en incertidumbre y
se genera una violencia máxima. Esta violencia causa dolor que sólo el placer
puede mitigar. La animalidad (reproducirse, comer y sobrevivir) se vuelve fuente
de nuestras acciones. Si no hay posibilidad de cambios ¿por qué esforzarse por
ser mejor humano?
Las
cosas de nuestra época (celulares, computadoras, relojes, etcétera) surgieron a
través del conocimiento científico. Por ello es importante saber cómo cuáles
son los fundamentos que mueven los engranajes de las cosas. Observar los
engranajes y sus fundamentos para encontrar nuevas metáforas nos podría dotar
de posibilidades para encontrar nuevos caminos para la solución de problemas
urgentes y emergentes de las comunidades. Incluso crear nuevos lenguajes con
las cosas que predicen las ciencias. Si los engranajes no se mueven, se oxidan,
y los engranajes de este sistema llevan tanto tiempo en reposo que es necesario
cambiar la maquinaria.
Raúl Fierro
Casa
de las Ciencias de Oaxaca
Camino
Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51
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