lunes, 23 de septiembre de 2019

Engranajes


Engranaje helicoidal de Da Vinci
Fuente: Wikipedia

Un niño aprieta un botón, pasa su dedo sobre la pantalla y al instante un conjunto de unos y ceros, que traduce un cerebro electrónico, se proyecta en una pantalla para mostrarle a sus youtubers favoritos. Los científicos y técnicos hacen bien su trabajo, han desentrañado y rediseñado parte de los engranajes del funcionamiento de los fenómenos y los sujetos, que resulta en aparatos que satisfacen nuestras necesidades y placeres. Pero nuestro cerebro es un adicto al placer, a ese disparo de drogas que él mismo produce. Los técnicos y científicos de las empresas saben eso y utilizan su conocimiento para servir a la generación de riquezas, al servicio del capital.

Los padres de esos niños no son muy diferentes. Tienen tanta confianza a las explicaciones que ofrecen los medios o su propia percepción, que deciden ya no indagar más. ¿Estamos en una época donde la curiosidad está muriendo?: “Elijo el ejemplo primitivo de un timbre de puerta”, nos dice Hans Blumenberg en su libro Las realidades en las que vivimos, “hay, por un lado, los viejos modelos mecánicos de timbre que se accionan tirando o girando; cuando uno los hace funcionar, se tiene la sensación inmediata de producir el efecto buscado en su especificidad […] cuando estoy ante un artilugio así no sólo sé lo que tengo que hacer, sino también por qué lo tengo que hacer. [En] el timbre eléctrico […] nosotros ya no producimos el efecto sólo lo desencadenamos [el efecto] se nos oculta celosamente en lo referente a su modalidad y a su complicado proceso de funcionamiento […] La parte humana en esa función está homogeneizada y se reduce al gesto mínimo, ideal, de apretar un botón”, y esta homogeneización de la humanidad, esta necesidad del sistema capitalista para que se consuma sin cuestionarse, deteriora a las potencias de nuestras metáforas, las imágenes que ordenan y transforman nuestro mundo se hacen cada vez menos diversas. Un mundo de las posibilidades y la transformación se está convirtiendo en un mundo de la satisfacción y la conformidad. Dice Sócrates en su diálogo con Teeteto: "¿No es verdad que la adecuada disposición de los cuerpos destruye por el reposo y la inactividad y, en cambio, la protegen en un alto grado los ejercicios y movimientos?”

El desarrollo cultural de un pueblo depende, entre otras cosas, de entender cómo y por qué funcionan las cosas. Conocer cuáles fenómenos son los procesos sociales y naturales de nuestro mundo, nos ofrece una visión causal (materia prima de la generación del cambio). Al desconocer los fenómenos y el funcionamiento de las cosas, nos lleva por un camino azaroso. El azar se convierte en incertidumbre y se genera una violencia máxima. Esta violencia causa dolor que sólo el placer puede mitigar. La animalidad (reproducirse, comer y sobrevivir) se vuelve fuente de nuestras acciones. Si no hay posibilidad de cambios ¿por qué esforzarse por ser mejor humano?

Las cosas de nuestra época (celulares, computadoras, relojes, etcétera) surgieron a través del conocimiento científico. Por ello es importante saber cómo cuáles son los fundamentos que mueven los engranajes de las cosas. Observar los engranajes y sus fundamentos para encontrar nuevas metáforas nos podría dotar de posibilidades para encontrar nuevos caminos para la solución de problemas urgentes y emergentes de las comunidades. Incluso crear nuevos lenguajes con las cosas que predicen las ciencias. Si los engranajes no se mueven, se oxidan, y los engranajes de este sistema llevan tanto tiempo en reposo que es necesario cambiar la maquinaria.



Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca
51 7 50 87

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