sábado, 1 de abril de 2017

Faraday: Hijo de Vulcano

Grabado de un retrato de Faraday
Fuente: Wikipedia


Raúl Fierro*

Hay un libro sobre biografías históricas que me fascina: Vidas imaginarias de Marcel Schwob. Estas biografías, a diferencia de la mayoría que describen los grandes trabajos y hazañas de personajes ilustres, mencionan los detalles cotidianos de su vida (sus amores, miedos, odios entre otras emociones que nos hacen humanos):

“Cuando Lucrecio volvió había con él en la alta casa vacía, en el atrio severo y entre esclavos mudos, una mujer africana, bella bárbara y malvada. […] Lucrecio había visto las facciones sangrientas, las guerras de partidos y la corrupción política. Estaba enamorado.”

El gran Lucrecio, uno de los grandes pensadores del antiguo Imperio Romano, debido a ese enamoramiento y posterior rechazo, se encierra en la biblioteca por despecho:

“La voluptuosidad creció en furor y quiso cambiar de persona. Llegó hasta la extremidad aguda en que se expande alrededor de la carne, sin penetrar hasta las entrañas. La africana se acurrucó en su corazón extranjero. Lucrecio se desesperó al no poder consumar el amor. La mujer se tornó altanera, melancólica y silenciosa, parecida al atrio y a los esclavos. Lucrecio anduvo errabundo en la sala de los libros.”

Su amor imposible con una esclava africana da como producto uno de las grandes obras de la filosofía natural: Sobre la naturaleza de las cosas. ¿Qué emociones humanas motivaron los pensamientos que conforman a la humanidad? ¿Acaso no vivimos un cúmulo de sentimientos disfrazados de conocimiento? ¿El odio, el amor, la terquedad, la pasividad, la cobardía la valentía, lo pagano y lo divino son ingredientes de las ciencias y las artes?

Emulando la escritura en Vidas imaginarias de Marcel Schwob, describiré la vida de Michel Faraday, físico inglés que nos dio la posibilidad de la era eléctrica:

Explotó el Tambora y sus cenizas cubrieron el cielo de toda Europa. Michel Faraday nació bajo el manto furioso de Vulcano, dios de los herreros. Su infancia transcurrió en el taller de su padre donde las chispas de las herraduras estimulaban su imaginación infantil que se formaba con las enseñanzas bíblicas de su madre. Faraday era sandemaniano. Sus rituales diarios estaban consagrados al dios judío y mantenía siempre en su mente un pasaje:

“Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las obras. De manera que son inexcusables, por cuanto conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios.” Romanos 1:20-21.

Conoció a Dios a través de los campos eléctricos y magnéticos que enlazan los cuerpos, del movimiento de los imanes y su relación con el flujo eléctrico, la ionización de los átomos, la licuefacción de los gases y la ionización del agua. Tuvo que inventar nuevas palabras para los hombres, para que estos entendieran las manifestaciones de Dios que han estado escondidas desde la creación del universo.

Dejad que los niños se acerquen a mí, dicta Jesús. Faraday dejó que se acercarán a él. Creó las “Lecturas de Navidad” y las “Conferencias vespertinas de los viernes” para que los niños conocieran los fenómenos de la Naturaleza. Su legado dio frutos que impulsaron a Inglaterra como centro neurálgico del conocimiento científico.

Un día sentado en su sillón favorito, vio el crepitar de las chispas del fuego en su chimenea, su padre, el herrero, apareció martillando, sus ojos se cerraron y desapareció la luz de Vulcano de este mundo.

*Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4, San Sebastián Tutla, Oaxaca
Teléfono: 51 7 50 87

Correo electrónico: trinofiesa@gmail.com