Batería de litio
Fuente: Wikipedia
El desarrollo tecnológico actual ha generado campos del conocimiento como la computación cuántica o la ciencia de las grandes bases de datos. Al igual que la máquina de vapor, en la Revolución Industrial del siglo XIX, implicó un incremento en la explotación del carbón, los aparatos necesarios para el progreso en esas ramas del saber humano exigen la extracción y tratamiento de nuevos materiales como el litio.
Este tercer elemento químico de la tabla periódica es un metal alcalino como el sodio. Su alta capacidad calorífica (se necesita mucha energía para elevar su temperatura) y potencial electroquímico (poca masa puede almacenar una gran cantidad de energía eléctrica) lo convierte en el material ideal para la construcción de elementos electrónicos, en especial baterías para computadoras, celulares, autos eléctricos entre otros productos de las fábricas modernas. Sin embargo, su extracción y almacenamiento es demasiado complicado ya que es inflamable al contacto con aire o agua, además que no se encuentra en estado puro en la naturaleza. Nos dice la investigadora Ströbele-Gregor en su artículo “Litio y desigualdades de conocimiento en Bolivia”: «... el mercado está dominado por grandes empresas, pues la explotación y el tratamiento industrial del litio se encuentran integrados en estructuras globales entrelazadas y en las cadenas de valor relacionadas.» Por ello Ströbele-Gregor se pregunta, para el caso Bolivia pero que extrapolo a la situación en México, si es posible alcanzar la soberanía nacional de este mineral bajo las condiciones de un Estado sin un presupuesto decente para el desarrollo de la ciencia y tecnología para el sector público o un plan de formación de recursos humanos para el manejo del litio.
«En el discurso político dominante, la explotación y el procesamiento del litio dentro del país [Bolivia] se presentan como una manera de salir de la pobreza y de la dependencia de la ayuda internacional», nos muestra Ströbele-Gregor (ibid.) un mismo discurso político que impera en México respecto a la extracción del litio. El yacimiento más grande de litio en México se encuentra en Bacadéhuachi, Sonora: De dónde se extraerá el agua para la extracción y tratamiento en un área que equivale a la mitad de la superficie de los Valles Centrales de Oaxaca. El cuerpo de agua más cercano es el río Bavispe que se relaciona con el río Yaqui: ¿qué conflictos socioecológicos ocasionará a las comunidades indígenas cercanas?
En la Reforma Energética del gobierno actual, se mandata que el Estado mexicano sea el único con facultades para la extracción, procesamiento, almacenamiento y transporte del litio. Algunos expertos han comparado esta acción, desde el ámbito histórico, con la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas. Sin embargo, el proceso de nacionalización del oro negro no sólo se resolvió con la venia presidencial sino con la exigencia de la clase obrera que trabajaba en las refinerías (ver “Taibo II Cárdenas, crónica de la expropiación” en YouTube). La organización de los trabajadores, que se expresó en la movilización social y sus conocimientos empíricos sobre la maquinaria, hizo posible la nacionalización del petróleo. También el Estado que dirigía Lázaro Cárdenas estaba a favor de esa lucha obrera: ¿Podemos decir lo mismo del gobierno de AMLO a partir de los sucesos en Dos Bocas, Veracruz? Las condiciones para la nacionalización del litio no son las mismas que las del 18 de marzo de 1938. No hay la fundación de un instituto para la profesionalización de los mineros, no hay una organización obrera en la industria del litio que permita, para las necesidades del pueblo no del sector privado, una soberanía nacional sobre ese oro blanco que los dueños de las fábricas modernas codician: El sueño del progreso de la Cuarta Transformación produce monstruos neoliberales.
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