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Pared roja (1910) Károly Ferenczy Fuente:Wikiart.org |
En algún pueblo ruso del siglo antepasado donde «las aldeas continuaban agramando el lino, los caminos seguían estando intransitables y a la consulta no venían más de cinco personas cada día», un médico que no atendía más que gripas o extraía muelas, en una de sus tantas noches de lecturas de anatomía topográfica y manuales de cirugía, oye un insistente llamado desde su puerta. Lo que se presenta es una prueba que lo consagrará como un verdadero galeno: un parto.
Todo lo que sabe sobre ese fenómeno fisiológico, lo conoce por los libros. Por necesidad de ayudar a su prójimo y orgullo, decide atender la emergencia: «“¡Qué doctor tan bueno!”, dirían todos. Y además, no tengo derecho a hacerlo [enviarla a otro hospital]. No, tengo que hacerlo yo mismo. ¿Hacer qué? El diablo lo sabe. Será una tragedia si me confundo, una vergüenza ante las comadronas».
Al llegar al hospital, se encontró con Ana Nikoláievna, expartera del pueblo y ahora enfermera, quien le decía que la posición del bebé es transversal: parto con peligro de muerte para la madre y el bebé. El médico explora, actúa y busca en Ana la aprobación. En su mente están las condiciones ideales en las que aprendió sobre los partos, pero: «Aquí, en cambio, estoy completamente solo y tengo en mis manos a una mujer que sufre; yo respondo por ella. Pero no sé cómo ayudarla pues solo he visto de cerca un parto dos veces en mi vida […] Pero había llegado el momento de decidirse a hacer algo.»
La anterior historia es un fragmento, que resumo, del cuento “Bautismo de fuego” del escritor ruso Mijaíl Bulgakov. Este cuento es una muestra de cómo la práctica y la teoría tienden ir siempre de la mano. En el texto “Propuesta desde un encuentro de ideas pedagógicas: Rousseau y Freire”, Arrieta menciona que: «la praxis inmersa en la existencia implica un nivel importante de reflexión que permita al ser humano armonizar el trabajo y la libertad en un proceso “dialógico” …» En el caso del médico de “Bautismo de fuego”, esa praxis (su encuentro con un parto complicado) pone a prueba lo que ha reflexionado en la universidad a través del trabajo y de la escucha de los consejos de la partera, que a pesar de no tener el conocimiento teórico-sistematizado que provee una educación escolarizada, tienen más experiencia que él, lo que da lugar a que el protagonista siga los consejos de ella. Sin embargo, al reflexionar sobre su práctica (proceso “dialógico”), se le ofrece la posibilidad de mejorar su quehacer como médico.
El aprendizaje de una experiencia conlleva la práctica y la teoría. No es suficiente memorizar el libro para aprender sobre fuerzas y energías, sobre movimientos sociales y revoluciones; hay que experimentar y reflexionar: ¿Por ello un intelectual obrero tiene más que decir y hacer en una revolución que uno pequeño burgués que sólo escribe y dicta conferencias, pero no experimenta su conocimiento? Los referentes teóricos y empíricos siempre están ligados al quehacer del sujeto: «la destreza de “pensar” se desarrollará en la autosuficiencia del placer sensitivo antes que en la memorización inútil. Esto permitirá incorporar las virtudes que faciliten la realización personal y el encuentro social», nos dice Arrieta sobre lo que reflexionaba Rosseau sobre el aprendizaje.
Todos los profesionistas, como el personaje principal de “Bautismo de fuego”, hemos tenido esa experiencia que cambia por completo nuestro quehacer. Es cuando nos damos cuenta que no es suficiente con sólo saber, sino que hay que aprender a construir: «“Se puede adquirir una gran experiencia en la aldea -pensé mientras me quedaba dormido-, pero hay que leer, leer todo lo posible… leer…”»
Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
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