Abstracciones (1948)
José Pedro Costigliolo
Juguemos con esta idea: La poesía es un paraíso. En la Biblia, se puede leer que una de las primeras tareas que le encargó Dios al sujeto fue nombrar. Antes del sujeto, las plantas y los animales que vivían en el paraíso, no tenían una nominación. Entonces la poesía, como paraíso, puede existir sin el sujeto, pero el el acto de nombrar una noche estrellada, la expansión del universo, el sonido de las olas del mar entre otras experiencias que exalten el alma, necesita de alguien para existir. La poesía está en todas partes, a pesar del sujeto, y es la materia prima con la que se construye un teorema, una novela, una canción entre otras obras humanas.
Extendamos lo anterior: la poesía es un paraíso de metáforas. El científico y el poeta trabajan desde la poesía. Por ejemplo las leyes de conservación de la energía, del momento, del color y de la carga existen a pesar de nosotros, pero tienen sentido cuando aprendemos las metáforas para nombrarlas y entenderlas: la energía se conserva porque existe una simetría en el tiempo: pasado-futuro son indistinguibles para alguien que observe una bola de billar moverse en reversa. La imagen se reproduce en tu mente y cobra sentido con la experiencia de la próxima vez que jugarás billar. La poesía para entenderla y gozarlas necesita experimentarse. Otro ejemplo ahora desde la obra del poeta, Lezama Lima dice: «pues las olas son tan artificiales como el bostezo de/ Dios» ¿Quién no lo ha escuchado acostado en una hamaca bajo la sombra de una palapa? ¿Escucharás atentamente las olas del mar la próxima vez que vayas a una playa?
Dejemos a un lado las olas del mar y las leyes de conservación, tomemos el nombre del átomo. A finales del siglo XIX la mayoría de los físicos no creían en la existencia del átomo. Lo consideraban una ayuda teórica, un invento poético de los químicos, pero no un objeto real. Los químicos creían que realmente existía. Tuvo que llegar Einstein con un artículo para convencer a la comunidad de físicos que los átomos existen. Ahora podemos verlos con microscopios electrónicos y son tan reales como los describe Neruda en su “Oda al átomo” (fragmento):
Pequeñísima
estrella,
parecías
para siempre
enterrada
en el metal: oculto,
tu diabólico
fuego.
Un día
golpearon
en la puerta
minúscula:
era el hombre.
El átomo era poesía antes que Neruda lo descubriera o que Einstein le diera forma y contenido. El átomo viví en el paraíso y sólo nos quedó nombrarlo para convertirlo en poema, energía o una idea. El paraíso de las metáforas, aunque artificial como el bostezo de Dios, logra transformar nuestro mundo material. La teoría científica y el poema son tan parecidos en su capacidad de recrear nuestra realidad, que podría decirse que un buen científico, a su modo, también es un buen poeta.
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