sábado, 15 de agosto de 2020

¡Al diablo con Pasteur!

Luis Pasteur en su laboratorio en 1885
Fuente: Wikipedia

Uno de los grandes avances en la historia de la medicina fue el descubrimiento de la causa de las enfermedades: los virus y las bacterias. Antes de ello, el sentido común dictaba, al menos en la historia del conocimiento occidental, que una persona se enfermaba por la falta de equilibrio entre los elementos que lo constituían. Según el exceso o falta de algún fluido en el cuerpo (desde aire, tierra, fuego, agua hasta los que describe la teoría de los humores) se recetaba un tratamiento al paciente. Por ejemplo, si tenían exceso de sangre se les recetaba un tratamiento de sangrías por cortes o sanguijuelas. En el caso de la sífilis, relacionado con los elementos de la tierra y el agua, se recetaba mercurio para paliar ese mal. Todos esos tratamientos provocaban efectos secundarios muy dañinos e incluso mortales en el enfermo. Al paso de siglos de refinamiento de la ciencia médica, esos procedimientos se volvieron obsoletos ya que, a partir del descubrimiento de los virus y bacterias, las recetas mejoraron en el sentido de disminuir los efectos secundarios que provocaban los tratamientos.


El virus y la bacteria son patógenos muy bien diferenciados en la literatura biológica. La bacteria es un microorganismo celular que consume otras células o cadenas moleculares para sobrevivir. Esta característica les permite a los investigadores médicos producir un tipo de medicamento muy específico para combatirlo: el antibiótico. Por otro lado, el virus no come, “ataca” el ARN o ADN de células específicas para poder reproducirse, es como un espía que adopta las características de su enemigo para evadir sus defensas y poder sobrevivir. Por ello es muy difícil para las defensas de nuestro cuerpo combatir virus. Afortunadamente a finales del siglo XIX, el médico Louis Pasteur inventó la vacuna para atacarlos.


«De los tres pacientes a los que atendió el único que logró sobrevivir fue el pequeño Josef, a quien estuvo suministrando el compuesto antirrábico durante los siguientes diez días. Pasado este tiempo el investigador vio con satisfacción que había hecho efecto y que el niño estaba totalmente curado y fuera de peligro. Había nacido la vacuna contra la rabia con la que, debido a su éxito, en los siguientes años Pasteur trataría y salvaría la vida a cerca de tres mil personas que habían sido víctimas de mordeduras de perros rabiosos.» [López, A. “Cuando Louis Pasteur probó por primera vez en un humano (y con éxito) la vacuna contra la rabia”. Naukas. 20 de mayo de 2016 (en línea)] En esencia, Pasteur inventó también el procedimiento de probar las vacunas. Antes del niño ya la había probado con conejos (fase 1) y después de consultarlo con uno de sus colegas (fase 2: discusión entre pares) decidió pasar a probarla en humanos (fase 3). Este método, con ciertos agregados, es el que se sigue utilizando en la actualidad y ha demostrado ser muy efectivo, tanto es así, para quienes han podido pagarlo, se ha logrado erradicar enfermedades de la faz de la tierra.


Sin embargo, aún queda mucho por estudiar como el efecto placebo. En las pruebas de medicamentos, surgen grupos de sujetos que se curan sin recibir el medicamento, este efecto se llama placebo y según el porcentaje en el que se presenta, será la medida de efectividad del medicamento. Este fenómeno surge porque el cuerpo humano es un sistema complejo, en cierto grado, impredecible. Tratar de entender este efecto, nos permitirá crear medicamentos más eficaces y comprender mejor la anatomía humana. La ciencia médica es muy joven y aún quedan muchas preguntas en el aire. Sin embargo, su método es la mejor herramienta que conocemos para salvar vidas.


A pesar de todo ello hay quienes gritan “¡Al diablo con Pasteur!” y, ya sea por miedo o por ignorancia, aceptan tratamientos como el uso del dióxido de cloro para combatir la COVID-19. La ciencia genera más preguntas que respuestas, y los tratamientos pseudocientíficos no hacen preguntas, no se cuestionan. En el caso del uso del dióxido de cloro, que es un químico de fabricación industrial para desinfectar albercas, como tratamiento, es sumamente peligroso: ¿Es la misma dosificación para una persona que pesa 80 kilogramos o 50?, ¿a largo plazo que efectos puede tener?, ¿qué repercusiones tendrá para pacientes con insuficiencia renal, diabetes u otra afección? Aquellos que han recomendado el uso del dióxido de cloro ¿se han puesto a pensar en ello como lo han hecho científicos como Pasteur?


Raúl Fierro

Casa de las Ciencias de Oaxaca

Camino Nacional 4 San Sebastián Tutla, Oaxaca

51 7 50 87

domingo, 9 de agosto de 2020

La poesía y la metáfora

 

Abstracciones (1948)
José Pedro Costigliolo

Juguemos con esta idea: La poesía es un paraíso. En la Biblia, se puede leer que una de las primeras tareas que le encargó Dios al sujeto fue nombrar. Antes del sujeto, las plantas y los animales que vivían en el paraíso, no tenían una nominación. Entonces la poesía, como paraíso, puede existir sin el sujeto, pero el el acto de nombrar una noche estrellada, la expansión del universo, el sonido de las olas del mar entre otras experiencias que exalten el alma, necesita de alguien para existir. La poesía está en todas partes, a pesar del sujeto, y es la materia prima con la que se construye un teorema, una novela, una canción entre otras obras humanas.


Extendamos lo anterior: la poesía es un paraíso de metáforas. El científico y el poeta trabajan desde la poesía. Por ejemplo las leyes de conservación de la energía, del momento, del color y de la carga existen a pesar de nosotros, pero tienen sentido cuando aprendemos las metáforas para nombrarlas y entenderlas: la energía se conserva porque existe una simetría en el tiempo: pasado-futuro son indistinguibles para alguien que observe una bola de billar moverse en reversa. La imagen se reproduce en tu mente y cobra sentido con la experiencia de la próxima vez que jugarás billar. La poesía para entenderla y gozarlas necesita experimentarse. Otro ejemplo ahora desde la obra del poeta, Lezama Lima dice: «pues las olas son tan artificiales como el bostezo de/ Dios» ¿Quién no lo ha escuchado acostado en una hamaca bajo la sombra de una palapa? ¿Escucharás atentamente las olas del mar la próxima vez que vayas a una playa?


Dejemos a un lado las olas del mar y las leyes de conservación, tomemos el nombre del átomo. A finales del siglo XIX la mayoría de los físicos no creían en la existencia del átomo. Lo consideraban una ayuda teórica, un invento poético de los químicos, pero no un objeto real. Los químicos creían que realmente existía. Tuvo que llegar Einstein con un artículo para convencer a la comunidad de físicos que los átomos existen. Ahora podemos verlos con microscopios electrónicos y son tan reales como los describe Neruda en su “Oda al átomo” (fragmento):


Pequeñísima

estrella,

parecías

para siempre

enterrada

en el metal: oculto,

tu diabólico

fuego.


Un día

golpearon

en la puerta

minúscula:

era el hombre.


El átomo era poesía antes que Neruda lo descubriera o que Einstein le diera forma y contenido. El átomo viví en el paraíso y sólo nos quedó nombrarlo para convertirlo en poema, energía o una idea. El paraíso de las metáforas, aunque artificial como el bostezo de Dios, logra transformar nuestro mundo material. La teoría científica y el poema son tan parecidos en su capacidad de recrear nuestra realidad, que podría decirse que un buen científico, a su modo, también es un buen poeta.

domingo, 2 de agosto de 2020

Jornada virtual “Educación y pandemia” en la Casa de las Ciencias de Oaxaca

Jornada Académica de Verano de la CaCiO 2020


Los días 3 al 7 de agosto del 2020, en un horario de 11:00-12:30 horas, la Casa de las Ciencias de Oaxaca realizará la Jornada Académica de Verano que se titula este año “Educación y Pandemia”. Ésta tiene como propósito analizar el nuevo papel del docente militante del Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación de Oaxaca (MDTEO) en el marco de la (post) pandemia de la COVID-19. Se abordarán tres ejes de análisis: Pedagógico, Político y Científico en contexto comunitario, así como charlas alternativas relativas a la igualdad de género y uso crítico de las TIC’s.


Hasta marzo, parecía que el esfuerzo se consolidaba en la construcción de proyectos escolares que entre varios de sus propósitos están la defensa de las áreas naturales y la identidad comunitaria donde se encuentran las escuelas que trabajan con la propuesta la Ciencia en la Escuela la cual este año cumple dos décadas. Sin embargo, como consecuencia de la pandemia que provocó el SARS-CoV-2, no se pudo concluir de manera presencial el año lectivo 2019-2020 y hasta este momento se hace incierto el regreso a las escuelas.


Este acontecimiento de dimensiones globales, plantea un reto inédito a la escuela como la conocíamos hasta antes de entrar a la cuarentena. Sabemos que esta crisis no la produce la pandemia, sino que es una de las muchas consecuencias de un sistema económico neoliberal voraz y perverso.


En un intento del colectivo La Ciencia en la Escuela por ayudarnos a comprender lo que hizo visible esta crisis global, a la cual nos estamos enfrentando como sociedad y como educadores; hemos destacado cuatro líneas de análisis: Pedagógica, Salud, Población en situación de vulnerabilidad y lo que hasta ahora se ha planteado como alternativa para iniciar este ciclo escolar:

 

El lunes 3 de agosto a las 10 de la mañana estará la Dra. Teresita Garduño Rubio que expondrá sus ideas fundamentales sobre el tema: “La escuela en la pandemia”.

Martes 4 de agosto a las 11 de la mañana: “Software libre y comunicación comunitaria: alternativas tecnológicas para la educación” con los ponentes Lissette González y Javier de la Cruz de Telecomunicaciones indígenas comunitarias.

Miércoles 5 de agosto a las 11 de la mañana: “De qué hablamos cuando hablamos de género” con Betzabé Peralta Reyes quien es maestra en terapia familiar sistémica.

Jueves 6 de agosto a las 11 de la mañana: “¿Nuevas asignaturas? ¡Lo que urge es nueva escuela! con Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza y Roberto González Villareal quienes son investigadores UPN-Ajusco y escriben la columna Cortocircuitos en la página Insurgencia Magisterial.

Viernes 7 de agosto a las 11 de la mañana: “Alimentación, Cultura y bienestar ante la COVID-19” con Miriam Bertrán Vilá, profesora investigadora titular del Departamento de atención a la salud de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco.

 

El lugar virtual donde se realizará esta Jornada será en la página de Facebook de la Casa de las Ciencias de Oaxaca: facebook.com/cacioax. Los esperamos.