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La creación de los astros y las plantas (1508-1512) Miguel Ángel |
En una catequesis, una hermana Mercedaria le pregunta a un
niño: ¿Dónde está Dios? El niño responde: “Dios está en todas partes”. Prosigue
la Mercedaria:
-¿Dios está en el Cielo?
-Sí, Dios está en el Cielo- responde el niño.
-¿Dios está en la Tierra?
-Sí, Dios está en la Tierra.
-¿Dios está en el Infierno?- el niño se queda callado,
después de una corta pausa, que para el niño se convierte en una eternidad, la
Mercedaria responde- Sí, Dios está en el Infierno, Dios está en todas partes.
El niño queda confundido y decide ser científico. Es más
sencillo acertar una verdad sobre las cosas que puedes medir que de las puedes
especular. Por un tiempo, el niño está tranquilo, seguro de que las leyes de la
Física parecen guardarse en ecuaciones que describen todos los fenómenos de la
Naturaleza. Sin embargo el niño conoce a un Físico. Éste empieza a jugar con la
mente del niño:
-¿Dónde está el éter?- pregunta el Físico.
-El éter está en todas partes- responde el niño.
-¿El éter está en el Cielo?
-Sí, el éter está en el Cielo porque hay luz en el Cielo.
-¿El éter está en la Tierra?
-Sí, el éter está en la Tierra porque hay luz en la Tierra.
-¿El éter existe sin la luz?- el niño se queda callado, el
Físico lo mira de forma compasiva y responde- La luz existe sin el éter porque
el éter no existe.
El Físico empieza a hablarle de campos de fuerzas donde
yacen sistemas simétricos que se relacionan con las leyes de la conservación de
la energía, del momento lineal y angular. Le cuenta la historia del éter: un
ídolo que creó el hombre para explicar el comportamiento de la luz que después
cayó bajo la gracia y la potencia del campo que formaban la fuerza de la
gravedad, el electromagnetismo, la nuclear fuerte y débil. Los dioses de la
ciencia, las ideas de los científicos, mueren con el paso del tiempo.
El niño empezó a leer El cielo y el infierno de Emmanuel
Swedenborg, en especial, sobre el comportamiento de los tres cielos de Dios: “Hay
tres cielos que se distinguen muy claramente entre sí. Hay un cielo central o
tercero, un cielo intermedio o segundo y un cielo exterior o primero. Se
suceden en este orden y hay entre ellos una mutua relación, semejante a la que
existe entre la cabeza o parte superior del cuerpo humano con el torso o parte
media y con los pies o parte inferior; o también como las partes alta, media y
baja de una casa”. Así comprende que lo divino es un espejo de lo terrenal y
viceversa porque el gran aporte de Galileo no fue su fallida batalla contra el sistema
ptolemaico sino hacernos ver que las leyes de la física se cumplen tanto el
Cielo como en la Tierra. El cielo atmosférico donde se suscitan los fenómenos climatológicos,
la aurora boreal y el arcoíris se rige por las mismas leyes del cielo celeste
donde vive la Luna, los planetas y las estrellas. Las leyes de la Física, como
Dios, está en todas partes. Las leyes de la Física rigen los fenómenos de la
realidad tangible (medible). Dios rige la imaginación (las ideas) del hombre
como un campo de fuerzas donde viaja la luz divina, la luz del entendimiento.
Así ambas conectadas como la cabeza y los pies pero con diferentes funciones de
este gran cuerpo que llamamos Universo.
Raúl Fierro
Casa de las Ciencias de Oaxaca
Camino Nacional 4, San Sebastián Tutla, Oaxaca
Teléfono: 51 7 50 87
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